En el extremo occidental del Altiplano andino, las huellas de antiguos glaciares aún modelan los valles que hoy albergan bofedales. El Valle de Cosapilla ofrece un testimonio único de cómo el clima del pasado dio forma a los ecosistemas altoandinos actuales.
El Altiplano andino destaca por su gran riqueza climática y paisajística. Particularmente, en su extremo occidental —en el límite entre Chile y Bolivia—, se alzan picos de más de 5.000 msnm sobre la altiplanicie. Estos se caracterizan por ser cumbres individuales de forma cónica, testigos de antiguos volcanes pleistocénicos, rodeados de prominentes valles que exhiben en sus márgenes y fondos crestas o montículos morrénicos: acumulaciones de material detrítico originado durante glaciaciones anteriores.
Estos depósitos son evidencia de períodos en que hielos glaciales ocuparon los valles del Altiplano occidental en todas las orientaciones. Este fenómeno ocurrió, posiblemente, durante los eventos pluviales del final del Pleistoceno, en el Tardiglacial (~18.000–11.000 años AP), los cuales promovieron el desarrollo de lagos profundos en sectores donde hoy se encuentran los salares de Uyuni y Coipasa, así como la activación de cuencas hidrográficas y la aparición de ambientes ribereños en la actual Pampa del Tamarugal, en pleno Desierto de Atacama.
En este contexto de marcada aridez, resulta contraintuitivo encontrar registros que atestiguan la existencia de ambientes más húmedos, con glaciares y cuerpos lacustres. Sin embargo, es precisamente esta evidencia la que demuestra la gran variabilidad ambiental del Altiplano occidental y su relevancia para comprender el clima actual y del pasado.

La abundancia y el notable grado de preservación de depósitos glaciales en el Valle de Cosapilla (17,8°S) convierten a esta zona en un sitio clave para el estudio de la historia climática. En este valle se reconocen prominentes sistemas de morrenas, que evidencian la presencia de hielos que descendían desde picos de hasta 5.500 msnm y alcanzaban los 4.400 msnm, separándose en el trayecto en múltiples lenguas glaciares. La acumulación de material y la preservación de más de diez crestas en algunos sectores son prueba de que estos glaciares eran altamente sensibles a las variaciones climáticas. A medida que retrocedían, su influencia se concentraba progresivamente en sus respectivos valles.
Conocer la edad de estos depósitos resulta fundamental para entender la relación entre glaciares y clima del pasado. Además, el estudio de la interacción entre procesos glaciales y otros procesos como los aluviales o palustres —ocurridos valle abajo— permite construir una historia climática más completa.
Un ejemplo vivo de los sistemas que perduran en el Altiplano occidental son los humedales altoandinos, conocidos como bofedales, que hoy ocupan los fondos de antiguos valles glaciares. En muchos casos, estos bofedales están delimitados por depósitos morrénicos, lo que sugiere una relación profunda entre ambos sistemas. De hecho, la presencia de extensos bofedales en el Valle de Cosapilla —algunos posiblemente tan antiguos como los avances glaciales— indica una historia ambiental compartida. Estudiar en conjunto estos procesos permitiría revelar las particularidades climáticas del Altiplano occidental y su evolución a lo largo del tiempo.
